La Ciudad del Vaticano, oficialmente Estado de la Ciudad del Vaticano, o simplemente el Vaticano, es un Estado Soberano sin salida al mar, incluido dentro de la ciudad de Roma, en Italia, pero cuyas características políticas, administrativas, legislativas, etc., son diferentes a las del territorio donde se encuentra ubicado. Es el Estado Soberano de menor extensión y población del mundo, y uno de los seis microestados europeos.
Se rige por un sistema teocrático organizado como monarquía absoluta, lo que lo convierte en la única teocracia del mundo, así como la última monarquía absoluta de Europa.
Todo esto es debido a que la Ciudad del Vaticano alberga la Santa Sede, es decir, la máxima institución de la Iglesia Católica. A menudo, tanto la expresión “Santa Sede”, como “Ciudad del Vaticano”, son utilizadas como equivalentes, pero en realidad, el primero se refiere a la propia institución que dirige la Iglesia y el segundo a la ciudad y su territorio, que dan soporte temporal y soberano a la actividad de la Santa Sede.
Así, la Santa Sede, como institución, tiene personalidad jurídica propia como sujeto de Derecho Internacional y es ella, precisamente, la que mantiene las relaciones diplomáticas con los demás países del mundo. Su máxima autoridad y su jefe de Estado es el Papa, o Sumo Pontífice, que ostenta los tres poderes (ejecutivo, legislativo y judicial), y delega las funciones de gobierno en el secretario de Estado.
Como comentábamos, es la Santa Sede, como institución, la que mantiene las relaciones diplomáticas con los demás Estados del mundo, pero sus peculiaridades como Estado hacen que, tanto el protocolo, como otras diversas cuestiones, difieran de manera especial de las del resto de países.
Las primeras diferencias las encontramos en el nombre que recibe la gobernanza del Estado. La santa Sede está regida por un conjunto de órganos de gobierno que recibe el nombre de Curia Romana. A su vez, la Curia está formada por una serie de instituciones que se denominan dicasterios y que se encuentran bajo la dirección del Papa. Así, entre los diferentes dicasterios se encuentra la Secretaría de Estado que, al desempeñar las funciones políticas y diplomáticas de la Santa Sede, es el órgano que colabora de manera más próxima con el Papa en el ejercicio del ministerio de San Pedro.
La Secretaría de Estado vaticana se divide en tres secciones:
- La Primera, o de Asuntos Generales, encargada de las relaciones de la Iglesia Universal con los diferentes Dicasterios.
- La Segunda, o de Relaciones con los Estados, que hace las veces de Ministerio de Asuntos Exteriores.
- Y, por último, la Tercera, o para el Personal de Planta Diplomático de la Santa Sede.
Pero no acaban aquí las diferencias del Vaticano frente a la gran mayoría de los países con los que mantiene relaciones diplomáticas, pues las misiones diplomáticas también reciben su nombre concreto. La Santa Sede dispone de Nunciaturas, que son las misiones de máximo rango y equivalen a las Embajadas; y de Internunciaturas, misiones diplomáticas de menor rango que son equivalentes a las Legaciones. Adicionalmente, los nuncios papales (Embajadores de la Santa Sede) reciben el privilegio de ser los Decanos del Cuerpo Diplomático en muchos países, teniendo precedencia sobre el resto de embajadores.
Además, los miembros del cuerpo diplomático de la Santa Sede siempre son clérigos y es en la Academia Pontificia Eclesiástica donde cursan los estudios y reciben la preparación necesaria para el desempeño de sus funciones. Esta institución formativa fue fundada en 1701 con el nombre de Accademia dei Nobili Ecclesiastici y desde 1937 se encuentra protegida por el secretario de Estado Vaticano y dirigida por un presidente, que suele tener el rango de arzobispo.
Pero, además, en aquellos países en los que la Santa Sede no cuenta con Misiones Diplomáticas, pero sí se trata de países con incidencia católica, se establecen Delegaciones Apostólicas que hacen las veces de conexión con las iglesias locales de dicho territorio. De esta forma, el delegado Apostólico no tiene relaciones con las autoridades políticas o estatales del territorio, pero si con las diócesis locales y sus obispos.
Por otro lado, cabría pensar que, al encontrarse la Ciudad del Vaticano dentro de territorio italiano, el embajador de un país ante el Vaticano podría ser el mismo que el embajador de ese país ante Italia. ¡Nada más lejos de la realidad! Estos dos embajadores deben ser siempre personas diferentes, de manera que ambos cuerpos diplomáticos, el de la Santa Sede y el italiano, queden perfectamente diferenciados.
Adicionalmente, los embajadores de los países ante la Santa Sede, son el único cuerpo diplomático que no vive dentro del mismo territorio ante el que ejerce representación. Esto se debe, básicamente, al reducido espacio con el que cuenta el Estado Vaticano, lo que hace prácticamente imposible establecer en él los edificios de las Embajadas.
Pero una de las diferencias que más curiosidad genera en las relaciones internacionales con el Vaticano, es la concerniente al código de vestimenta para las visitas de Estado al Santo Padre. Según dicta el protocolo, el jefe de Estado visitante debe vestir con traje oscuro y corbata, uniforme o traje nacional (siempre que no sea llamativo en exceso), en caso de ser hombre. En lo que respecta a las mujeres, la etiqueta recomienda vestido oscuro y mantilla, siendo esta última opcional. Pero, lo más destacable y curioso del código de vestimenta para los encuentros con el Papa, es sin duda el privilegio de blanco, que permite exclusivamente a las Reinas Católicas o consortes de reyes católicos, presentarse, completamente vestidas de blanco, ante el sumo pontífice. Esto perdura desde finales del siglo XVI, cuando el Papa quiso premiar a las Casa Reales europeas que se mantuvieron fieles a la Iglesia Católica, otorgándoles este privilegio.