Aunque los viajes de gobiernos e instituciones han evolucionado, de forma muy notable, en las últimas décadas, es cierto que vivieron un importante auge durante la denominada Guerra Fría, que mantuvo una constante tensión entre el bloque occidental, encabezado por Estados Unidos, y el bloque oriental, con la Unión Soviética (URSS) como referente.
Este periodo de tensión, que se extendió durante casi cincuenta años, no solo se caracterizó por la escalada militar, nuclear o la carrera espacial, sino también por multitud de movimientos de corte diplomático, escenificados gracias al desplazamiento de mandatarios y altos representantes, que buscaban, de una forma u otra, el acercamiento entre ambas potencias, así como ganar confianza e influencia en determinados países y territorios.
Una de las regiones protagonistas durante toda la Guerra Fría fue, precisamente, Alemania, que se encontraba dividida en dos partes: la República Federal Alemana (RFA), con capital en Bonn y posicionada en el bloque occidental; y la República Democrática Alemana (RDA), alineada con la URSS, y cuya capital era una Berlín dividida en dos partes, primero por una alambrada y posteriormente por un muro.
Tanto la división de Alemania, como la división de su capital histórica, Berlín, causaron momentos de gran tensión entre ambos bloques. Por ello, y ante una posible escalada en el conflicto, el entonces Presidente de Estados Unidos John F. Kennedy (JFK), realizó un viaje a Berlín occidental, es decir, la parte de la ciudad que se encontraba bajo dominio de la RFA.
Este viaje, que ha pasado a los anales de la historia por multitud de razones, encuentra su punto de partida, precisamente, en otros viajes y cumbres gubernamentales. Las anteriores cumbres en Ginebra (Suiza), Camp David (EEUU) y París (Francia) se saldaron sin acuerdos ni acercamientos entre ambos bloques. Además, la Crisis de los Misiles de Cuba un año antes, así como la delicada situación en Laos y Vietnam, amenazaban, seriamente los intereses de Kennedy, cuya política exterior se comenzaba a deteriorar.
El Presidente Kennedy, su gabinete y la Unidad de Viaje contemplaron todo ello como un viaje multidestino que tendría como objetivo fundamental la visita a Berlín occidental, reivindicando tanto el papel de EEUU en la Europa de la Guerra Fría, así como el respaldo a los ciudadanos de la RFA, ante el bloqueo que existía frente a la RDA y la URSS.
Todo ello comenzó con una visita a París, en la que Kennedy se reunió con su homólogo francés, Charles De Gaulle, en la que analizaron la situación geopolítica que se vivía en Europa occidental y Europa oriental. Se trató de una cumbre bilateral, con un importante despliegue de seguridad, cobertura mediática y protocolo, que se saldó con una declaración conjunta de Kennedy y De Gaulle con respecto al “problema alemán”.
Tras la cumbre, Kennedy hizo escala en Viena, lugar en el que se reunió años antes con el líder soviético, Nikita Jrushchov, sin llegar a ningún punto en común al respecto de la situación en Alemania o el desarme nuclear. Tras esta escala, la Delegación estadounidense se desplazó hasta Berlín occidental el 23 de junio de 1963, coincidiendo con el 15 Aniversario del Puente Aéreo estadounidense a Berlín, y siendo la primera visita de un presidente de EEUU a Alemania tras la Segunda Guerra Mundial.
La expectación fue total, y en Berlín, tanto por parte del equipo de seguridad de la Delegación, de las tropas de EEUU desplazadas en Alemania, como por parte de las Fuerzas Armadas y la Policía de la RFA, se realizó un gran despliegue, cuyo objetivo no solo fue el de salvaguardar la seguridad de la Delegación, sino también de los propios berlineses, que acudieron en masa al Ayuntamiento de Schöneberg para recibir a Kennedy y su Delegación. Un importante y complejo motorcade trasladó al Presidente Kennedy hasta el Ayuntamiento, que llegó acompañado de su homólogo alemán, así como de otras altas autoridades de la RFA.
Tanto el viaje como la cobertura mediática fueron todo un éxito para la Administración Kennedy, ya que el Presidente se ganó la confianza del Canciller Konrad Adenauer, conmemoró el 15 Aniversario del Puente Aéreo y, además, pasó a la historia gracias a su famoso discurso que comenzó proclamando en alemán ‘Ich bin ein Berliner’, es decir, “Yo soy un berlinés”, con el que además, también se ganó la confianza de la ciudadanía de la RFA, estrechando aún más los lazos entre Washington y Bonn.
Tal fue el impacto de la visita de Kennedy a Berlín occidental, que la tensión entre ambos bloques disminuyó notablemente, iniciando un importante periodo de distensión entre EEUU y la URSS, que seguiría posteriormente con Johnson, Ford y Brézhnev. En perspectiva, amén de su famoso discurso, la visita de JFK a Berlín es un ejemplo perfecto de cómo los viajes gubernamentales e institucionales funcionan, también, como herramientas diplomáticas de gran calado, rebajando la tensión entre países y territorios, así como estrechando lazos entre los mismos.